Friday, October 13, 2006

CHRISTIAN REYNOSO TORRES


Christian Reynoso (Puno, Perú, 1978). Escritor y periodista. Es uno de los jóvenes representantes de la nueva literatura peruana: autores sin complejos ni deseos reivindicativos, formados en el periodismo y cuyos primeros trabajos van mostrando exigencia y ambición, señaló la revista española "Literaturas.com", a propósito de la publicación de su primera novela “Febrero lujuria” (Matalamanga, 2007), la cual recrea a través de la ficción literaria la Festividad de la Virgen de la Candelaria celebrada en la ciudad de Puno.
En el 2013, ha publicado su segunda novela “El rumor de las aguas mansas” (Peisa, 2013), que revela la compleja realidad del altiplano peruano y es también una conmovedora exploración de los excesos a los que puede conducir la violencia, y del significado que, en contraposición, adquiere la verdad como valor supremo de la sociedad.
También ha publicado el libro de cuentos “Los ojos de la culebra” (Universidad Nacional del Altiplano, 2013) y los relatos “Los testimonios del manto sagrado” (2001). Y en el género periodístico, a través de Lago Sagrado editores: “Látigo del Altiplano” (2002) y “El último Laykakota” (2008) que retratan las biografías de los personajes puneños: el periodista Samuel Frisancho y el pintor Francisco Montoya. Además, cuentos suyos han sido publicados en revistas literarias y blogs, y forman parte de algunas antologías, entre ellas: “Antología del cuento peruano 2001-2010” de Ricardo González Vigil; “Diez años de literatura puneña 1996-2006” de Jorge Flórez-Aybar; “Antología comentada de la literatura puneña” de Feliciano Padilla.
Escribió las columnas de opinión y crónicas “La Tertulia del Fantasma” y “La Chuspa del Diablo”, en los diarios Los Andes y Correo de Puno. En 2001 y 2003 ganó los Juegos Florales de la Universidad Nacional del Altiplano en el género cuento. En 2007 recibió el Premio Nacional de la Juventud en el área de Periodismo, otorgado por el Ministerio de Educación del Perú.
Actualmente cursa la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Vive en Lima desde el año 2008.

LOS DUEÑOS DEL MUNDO

–Tiene que ser un gato color café –dijo doña Sara, con autoridad y decisión–. De lo contrario, no servirá de nada –concluyó.
Al otro lado del teléfono, Patricio desde New York, añadió, que por supuesto, tenía que ser un gato color café y además de diez años.
¿Dónde encontrarlo? Ese era el único problema. No tenían la menor idea. Tampoco lo buscarían de techo en techo y menos, visitarían los albergues de animales. Fue entonces que Aguirre, amigo de ellos, les recomendó poner un aviso en el periódico. Ensayaron varios textos, hasta quedar conformes con uno. El publicado fue el siguiente:

SE COMPRA UN GATO DE COLOR CAFÉ Y DIEZ AÑOS DE EDAD
Buena salud (Indispensable)
Se paga desde $ 50.00
Dirigirse a Pablo Sexto H -10 de 1 a 5 de la tarde el día viernes

Cumplido el plazo, se presentaron 37 ofertas de gatos. Patricio llegó desde New York para la selección. La sala, donde recibieron a los gatos y a sus dueños, se llenó de ronroneos, maullidos y murmullos. Cada quien pretendía vender a su gato a costa de convincentes e inteligentes argumentos.
Después de una larga y difícil deliberación, doña Sara y Patricio, ayudados del incondicional Aguirre, se decidieron finalmente por 2 de los 37 gatos. El uno, flaco y de pelaje fino; el otro, gordo, bigotón y de pelaje ordinario.
Para la noche, les dieron abundante agua y pedacitos de sardina. Luego, con paciencia de relojero, los hicieron dormir haciéndoles suaves caricias en las orejas.
Al día siguiente, desde muy temprano, doña Sara puso en práctica sus buenos oficios de cocina. Patricio, destapó una botella de cogñac y esperaron la hora del almuerzo. El plato de fondo fue gato al horno con ensalada mixta.
Por supuesto, Aguirre fue el invitado de honor.

* * *

Momentos después de que Franco Hinojosa vendió a Gaitán, su gato, gordo y bigotón, sintió un enorme vacío. Primero en el estómago y luego en el corazón. Había razón: lo quería, pero también necesitaba el dinero. Los 70 dólares que recibió y que ahora llevaba en el bolsillo, le servirían para concretar uno de sus proyectos más deseados.
Lo único que le molestaba, era haberse quedado sin saber cuál sería el destino del gato. Era extraño que los compradores pagaran tanto dinero por él, a pesar de ser un gato ordinario. Al preguntarles, no quisieron dar mayores detalles. Le respondieron que las preguntas no estaban permitidas.
–Nosotros pagamos y usted no pregunta –le dijeron–. Y si no está de acuerdo, ha sido un gusto y hasta luego.
Ni modo, se dijo Franco Hinojosa, necesitaba el dinero. Por último, la más perjudicada sería su sobrina Gabriela, pintora, que esos días terminaba un cuadro en el que Gaitán le servía de modelo. Sabía que ella pondría el grito en el cielo y le reclamaría no haberla informado con anticipación. Pero no importaba. Él estaba seguro que había hecho lo correcto. Era justo y necesario.
Con ese dinero podría pagar tres avisos seguidos en el periódico más leído de la ciudad, anunciando la venta de su casa. PRECIO RAZONABLE Y BUENA UBICACIÓN, hizo notar en la segunda línea; y en la tercera, más grande, el número telefónico al que los interesados podrían llamar.
Una vez vendida la casa y con dinero de sobra, tramitaría sus papeles para salir del país. Quería vivir en una ciudad de Centro América y allí, tendría todos los gatos que quisiera. Tenía que remediar la pérdida de Gaitán.
La casa, como decía el aviso, efectivamente gozaba de una buena ubicación, no había tráfico y tampoco estaba lejos del supermercado. Además, estaba vacía. Apenas, en el primer piso, había un teléfono y un colchón en el que dormía Franco Hinojosa. Por lo demás, las habitaciones del segundo piso estaban vacías. Hacía poco, Gaitán había sido otro de los ocupantes, pero ahora, ya era parte del pasado.
En fin, después de haber pagado los tres avisos en el periódico, Franco Hinojosa regresó a su casa apurado. Ni bien entró, se acomodó en el colchón, cerca del teléfono, y se dispuso a contestar las llamadas que recibiría. Así, pasaron dos y tres días y luego, dos y tres semanas, hasta cumplirse un mes. Nadie llamó. Franco Hinojosa quedó seco de sed y muerto de hambre.
A los pocos días, recibió la visita de su sobrina. Gabriela entró alegre y efusiva, diciéndole que lo había estado llamando por teléfono para darle una buena noticia: se iba al Brasil; pero que todas las veces sólo contestaba el tono que indicaba teléfono fuera de servicio.
–Y claro –continuó Gabriela–. Si desde hace un mes que no pagas la cuenta. ¿Te has olvidado? –preguntó–. Si el recibo está allí, debajo de la puerta de calle –finalizó.

* * *

Por fin, a tanta insistencia, firmaron el papel que le autorizaba la visa de residencia en el Brasil. Gabriela, ahora, tendría en adelante tres semanas para alistar sus maletas, despedirse de los amigos y terminar de pintar unos cuadros. Ver también, que su tío Franco, quedara en buenas manos (los últimos días había sufrido un colapso nervioso).
Gabriela hubiera querido llevarse a Gaitán, el gato del tío, pero había sido vendido a unas extrañas personas que pagaron una suma considerable por él, a pesar que no era un gato fino, pero sí simpático. Por eso, el día que Franco le dijo que Gaitán no estaría más con ellos, se quedó con los crespos hechos. No podría terminar de pintar Los gatos borrachos. Cuadro que tenía como modelo principal a Gaitán. Puso el grito en el cielo y luego, resignándose, guardó el lienzo. Mejor se dedicaría al cuadro de las prostitutas de la calle Tristán.
Igual, no podía quejarse. Las cosas estaban saliendo bien los últimos meses y todo marchaba sobre ruedas. Había obtenido la visa y hasta recibió la llamada de un comprador, de apellido Aguirre, que había visto uno de sus cuadros –el de los mimos- en una exposición, y que estaba interesado en comprarlo. Ella respondió, que por supuesto, hablarían de precios. Sabía que, si concretaba la venta, ese dinero le caería a pelo. Mientras más ingresos, estaría mejor en el Brasil.
A los dos días concertaron una cita. Gabriela lo invitó a su taller. Aguirre admiró y elogió sus cuadros. Dijo que el de los mimos le gustaba de manera especial porque le traía recuerdos de la infancia. Lo pondría en el lugar más vistoso de su oficina y estaba dispuesto a pagar lo que ella pidiese. Gabriela puso su mejor sonrisa y terminaron en buen acuerdo. Aguirre salió contento con el lienzo y Gabriela recibió más dinero de lo que esperaba.
Llegado el día de su viaje, muy temprano recibió una llamada. Era su amiga Azucena que le decía que su tía había fallecido y que por favor le prestara su vestido negro. Lo necesitaba para ir al entierro. Gabriela le dio las condolencias y en la siguiente media hora le llevó el vestido.
–Quédatelo –le dijo al entregárselo.
–Sólo lo quiero para hoy –contestó Azucena.
–No te preocupes, sabes que hoy salgo del país.
–Gracias amiga. No sabes cuánto te lo agradezco.
–Y ahora me voy al aeropuerto. Ya es hora –concluyó Gabriela.
Se despidieron y se dieron un fuerte abrazo. Enseguida, Gabriela tomó un taxi y ordenó al aeropuerto. Luego de constatar el itinerario del vuelo, estuvo sentada dos horas en la sala de espera número 7. La impaciencia y la emoción se la comían. Pensó en todo lo que haría. Primero estaría en las playas de Porto Alegre y luego se instalaría en Sao Paulo. Allí empezaría una nueva vida y un nuevo concepto de creación pictórica con las costumbres y tradiciones que conocería y aprendería.
De pronto, por los altoparlantes anunciaron que los pasajeros de la sala 7 con destino a la ciudad de Sao Paulo, verificaran sus papeles en el último control para luego, abordar el avión. Todos hicieron lo propio. Gabriela también. Cuando llegó su turno, entregó el pasaporte y los documentos necesarios.
–Espere un momento –le dijeron amablemente.
Verificaron en las computadoras. A los dos minutos le informaron que no podría salir del país. Ahí mismo, vino un agente de seguridad y la llevó a una oficina cercana. La hizo sentar en una silla.
–Espere por favor –le dijo.
Gabriela quedó muda. No entendía que pasaba. Esa contrariedad, imprevista, le cortó el habla. No sabía que decir ni hacer. Pero estaba segura que se trataba de un error.
Pasaron 20 largos minutos y por fin alguien regresó. No era el agente de seguridad, sino, un señor alto y de terno oscuro. Gabriela lo reconoció al instante. Era el hombre que le había comprado el cuadro de los mimos. ¿Qué apellidaba? ¿Qué apellidaba? Aguirre, recordó.
–Disculpe señorita –dijo el hombre–. Hemos cometido un error con sus papeles. Esperamos no haberle causado inconvenientes –Y luego, le dio una serie de explicaciones.
Cuando Gabriela salió de la oficina, no pudo contener las lágrimas. Había sucedido un error de homonimia con su nombre.
El avión había partido sin ella.

* * *

Aguirre, a sus cuarenta y cinco años, se tiró la gran borrachera de su vida, después de haber almorzado gato al horno con ensalada mixta, en la casa de unos amigos. Fue tal la borrachera, que no pudo pararse de la silla sino hasta después de dormir un par de horas. Cuando despertó, tampoco pudo. La cabeza le daba vueltas y los efectos de las botellas de cogñac que había bebido, seguían presentes. Tuvieron que levantarlo entre dos, muy a pesar de todas las groserías que dijo. Después de tenerlo en pie, llamaron a Leonor, su amante, para que lo llevara a descansar.
–¡Hombre! –dijo cuando lo vio–. ¿Hasta qué extremos tomas?
Pero Aguirre, ensimismado en su maravilloso mareo, apenas escuchó. Las voces le venían lejanas y llegaban a su cerebro como ecos disparejos. Sin embargo, lo que sí pudo sentir y reconocer, fue el olor de Leonor: a miel y limón.
Lo subieron a un taxi. Leonor fue al lado del conductor, y él, en el asiento de atrás. Apoyó su cabeza en el espaldar y luego de intentar diferentes posturas, logró acomodarse a sus anchas.
–Leonor, Leonor –logró balbucear–. ¿A dónde vamos?
–No fastidies hombre –respondió Leonor–. Y duérmete de una vez.
Las últimas palabras de Leonor retumbaron varias veces en la inconciencia de Aguirre. Duérmete de una vez, duérmete de una vez, duérmete de una vez… En ese continuo tamborilleo verbal Aguirre quedó dormido. Nunca pudieron bajarlo del taxi. Antes que su mente estuviera en negro, tuvo repentinas imágenes: se vio abrazando a Leonor por la cintura y luego, desnudándola lentamente. Después le mordía una oreja, le acariciaba los senos y le hacía el amor.
Al día siguiente, cuando Aguirre despertó, lo primero que salió de su boca, fue un grito de terror y angustia.
–¡Por la puta madre! –gritó, muy peruanísimo y cerró los ojos.
En el asiento de adelante, Leonor, desnuda, estaba apoyada en el pecho del conductor. Él la abrazaba por la cintura.
Ambos roncaban de placer.

* * *

Se cumplían ocho días del entierro de Leonor. Azucena, su sobrina, seguía sentada en el sillón de la sala, donde Leonor había sido velada.
Una capa de polvo cubría su vestido negro. Sus ojos, todavía llorosos, se veían confundidos en el limbo de la naciente soledad que ahora le tocaría vivir, sin la tía Leonor.
Había sido como su madre. Aún recordaba los momentos cuando tía Leonor salía todas las mañanas al huerto a recoger los huevos de la codorniz y de la gallina japonesa que criaba con mucho empeño. Aunque no tanto, como el que ponía en las legumbres que sembraba: espinaca, lechuga, acelga, hierba luisa y repollo. Azucena la miraba desde la ventana de su habitación y era feliz. Pero ahora, esos momentos nunca más volverían a repetirse. Lo había entendido hacía ocho días desde que se sentó en el sillón de la sala. Y es que lo que Azucena hizo después del entierro nadie lo sabe.
Apenas terminó de despedir a la gente en el panteón, regresó a su casa y cerró la puerta con llave. Luego, abrió un estante y sacó las pastillas prohibidas de Leonor. Enseguida, preparó un vaso con agua y se las bebió. Por último, se sentó en el sillón de la sala.
A los ocho días, cuando los vecinos entraron a la casa por la fuerza, la encontraron en la misma posición. Su cadáver empezaba a oler mal y una capa de polvo cubría su vestido negro. Sus ojos, todavía llorosos, se veían confundidos en el limbo que ahora viviría sin la tía Leonor.

3 comments:

Lucerito Corcuera said...

no tuve la oportunidad de leerlo antes.
me parece que tiene la peculiaridad de incluir al lector en sus narraciones, hace volar.
Sigue así.

flavio said...

PERSONA QUE ME LO ENVIO ESTA TODAVIA ASOMBRADA DE LO OCURRIDO, YA QUE ELLA DICE QUE LO HIZO POR HACERLO Y QUE PIDIO ALGO QUE CREIA CASI IMPOSIBLE DE LOGRAR PROBEMOS.
* Para ti mismo di el nombre de la unica persona del sexo opuesto con quien quieras estar (tres veces...)...
* Piensa en algo que quieras lograr dentro de la proxima semana y repitelo para ti mismo(a) (seis veces)...
* Piensa en algo que quieras que pase entre tu y la persona especial (que dijiste en el no. 1) y dilo a ti mismo/a (doce veces)...
* Ahora haz un ultimo y final deseo acerca del deseo que escogiste.
* Despues de leer esto tienes 1 hora para mandarlo a 15 temas y lo que pediste se te hara realidad en 1 semana.
A la mayor cantidad de gente a quien lo mandes mas fuerte se hara tu deseo.
Si tu escoges ignorar esta carta lo contrario del deseo te sucedera,
o esto no sucedera jamas..............
Que tus días estén llenos de logros y tus noches de sueños copia y pega esto en 15 o + temas

Un doctor y Aballay said...

Genial. Podrías subir algún cuento de él ambientado en Puno? Saludos.