Wednesday, February 18, 2015

Ricardo Virhuez

Lima.1964. A los 17 años obtu­vo sus dos primeros premios nacionales de literatura, el de cuento ‘José María Arguedas’, y el de ensayo ‘José Joaquín Inclán’. Estudió Derecho y Ciencias Políticas, y posteriormente Lingüística, en la Universidad Na­cional Mayor de San Marcos. En 2005 participó invitado al I Encuen­tro de Narradores Peruanos realizado en Madrid, España. Ha sido declarado Huésped Ilustre por las municipalidades provinciales de Abancay, Huánuco y Huamanga. 
Ha publicado más de 30 libros, entre los que destacan las sagas de Nina y de Rumi, las novelas infantiles Ojitos el osito valiente (2012) y Tanith y la casita de los pájaros (2012), los ensa­yos Letras indígenas en la Amazonía peruana (1993), Marca: historias y tradiciones (2003) y Voces de la selva (2013); el poemario Voces (1998), los cuentos de El olor del agua (2000) y las novelas El Periodista (1996), Volver a Marca (2001), El dios Araña (2010), El campeón de marinera (2011), Las guerras secretas (2012), Las trampas del Chusalongo (2014) y el libro Seres Fantásticos del Perú (2014), entre otros títulos. Actualmente organiza el Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas, así como la Jornada de Literaturas Andinas, y dirige la Revista Peruana de Literatura.


CUENTOS BREVES


El extraño
“Papá, hay algo extraño debajo de la cama”, digo, asustado.
Mi padre me calma, me cubre con las frazadas y, para demostrarme que no hay nada, se inclina y se mete debajo de la cama.
Nunca más volví a ver a mi padre.

Navegante
Enfilé la canoa y remé con todas mis fuerzas. El río se abría amplio y turbulento. Tiempo después, comprendí que la otra orilla resulta ser, para muchos, el final del camino. Entonces apunté a la tercera orilla del río. Y a la cuarta.
Y aún sigo navegando.

Mirada
Me moría de ganas de mirarla. Esperé días y horas a que pasara por mi lado. Hasta que, por fin, apareció. La tenía tan cerca. Y para mirarla mejor, cerré los ojos.

Amor
Una mujer se enamoró de una montaña. Y para comprender al ser amado, descendió al cañón más profundo, hasta hallar su belleza en el contraste.

Caperucita
Caperucita se comió al lobo. Nunca pudo controlarse. Es que el lobo, viejo conocedor de suspiros femeninos, era un caballero.

Un instante
La conocí en una noche vacía. Ella era callada y su silencio tenía tatuadas las palabras imposibles. No podíamos ser. Ella era una sombra, y yo tan solo un momento.

Insectos
La hormiga dio un paso y fue un suspiro. La araña dio otro paso y fue brisa. Ninguna pudo registrar su paso por el mundo.

Mirada
Ella temblaba entre sus brazos. Alcanzó la última mirada, el beso final. Y la Muerte se dejó abrazar con una sonrisa.

Niño
Era un niño que no quería ser adulto, y para escapar de su destino empezó a crecer para adentro.

El otro
 “Buenos días, Pedro”, le dijo su mujer al lado de la cama, y Juan se levantó de un salto. Estaba en otra casa, otra cama y otra mujer lo besaba. Poco después, otros niños que no eran sus hijos lo saludaron: “Buenos días, papá”. Juan entró al baño pensando en cómo aclarar el error. Se llamaba Juan Soria, era empleado del ministerio de Salud, su mujer era una bella morena, y no la rubia que lo había despertado, y su hijo tenía 17 años y no esos dos mocosos que lo recibieron con besitos. Se vio al espejo y se quedó mudo. Ya no era el hombre grueso y de sonrisa fácil, sino un hombre enjuto y de mirada fría. Y estaba más viejo. Derrotado, comprendió que solo le quedaba saber quién era y aprender a conocerse.

Doña Cuca
Se llamaba doña Cuca. Y era una linda cucaracha. Pero tenía un problema: se había enamorado de míster Sapo, que era gordo y rubio. “¿Qué hacer?”, suspiraba doña Cuca. Un día perdió la vergüenza, se peinó las antenas y se alisó las alas. Estaba muy guapa doña Cuca. Fue al estanque y vio a míster Sapo más hermoso que nunca. Pero doña Cuca apenas pudo exhalar un suspiro. El Sapo, al verla, alargó su tosca lengua, la atrapó y se la comió de un solo bocado.


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